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Papá y los hijitos


Esta es una foto que mi amiga Lorena Mostajo me regaló hace tiempo.


Papá y los hijitos
Ayer por la tarde se fue la luz cuando dos transformadores, en dos esquinas diferentes, explotaron. Hoy los trabajadores arreglan el desperfecto pero no parece que vaya a estar antes de las cinco, hora en que debo salir volando para internarme en las heladas aguas de la frivolidad. Titulo Papá y los hijitos este post porque ayer por la mañana escribí sobre de lo que curiosamente habló Daniel en su post de hoy, es decir, sobre la lectura superficial que se hizo de Papá por estas tierras. Y con lectura superficial no me refiero a la que se hizo en la academia, sino a la que hicieron los escritores en su propia literatura. La verdad es que no puedo concentrarme en un café internet para hablar de estas cosas. Hoy sé que en México no es posible la aparición de un escritor de relatos como Lorrie Moore porque en el camino se perdió mucho. Ahí tienes a los jóvenes cuentistas hablando del famoso iceberg y del famoso knockout. Yo no entiendo eso. ¿Qué quieren decir realmente? Eso del iceberg fue una idea que Papá dijo varias docenas de veces en varias docenas de fiestas. Cuanbdo lo pensamos creo que todos estamos de acuerdo en definir la punta del iceberg de Papá como una tensión anterior que no no es dado conocer. (Me había escrito ayer una definición más atractiva pero en estos momentos es difícil hacerlo con el tipo de al lado que no deja de espiar lo que hago). O para decirlo con las palabras de Papá: Si has visto cómo joden dos peces espada, entonces no es necesario describirlo. Sería un acto superfluo. O en palabras de Bellow: un gesto innecesario, fatuo.
Creo que no me explico bien. Lo que digo es: la idea del iceberg es algo que quedaba muy bien para Papá, que para entonces se había forjado con trabajo un estilo y una sensibilidad propia, una visión personal del mundo que le rodeaba (por no hablar del yate y del piso reservado en el Ritz de París). Papá trabajó mucho en los aspectos que ya a nadie le importan y que ipso facto son descalificados por realistas. Describía el sonido de un lápiz cayendo contra las lozas de una cocina; describía el timbre de voz de una chiquilla melindrosa. Bueno, Papá podía hacerlo; y una vez que lo haces puedes decir cosas como la de la punta del iceberg y estar muy contento. Hoy toda la gente da por hecho que el cuento debe seguir esa fórmula. Nadie se para a pensar en nada más. Por muchas razones. Entre otras porque leemos lo que nos traducen y lo que nos dan. Desde hace unos años se habla del "extrañamiento", una palabra que en la ficción breve vino acompañada de las traducciones de Raymond Carver (pero no de Ann Beattie o Flannery 'OConnor) y también se da por un hecho. Después de eso es bien fácil infatuar. Dejen lo intento:

Escribir una novela es una casa en llamas; escribir un cuento un fósforo contra la noche.
O
El cuento es un sprinter; la novela un maratonista.

Pero necesitábamos que Papá viniera a hablarnos del iceberg para intuir que el cuento, por definición, crea relaciones nuevas y establece nuevas tensiones cuando ha sido bien escrito y de una manera verosímil. O pensemos en los cuentos tradicionales. Como dice Leonard Michaels, ¿alguien puede olvidar que el príncipe era una rana (y una rana lujuriosa)?, o que la princesa era una orgullosa chiquilla de mierda? El lado oscuro de las cosas otorga un rasgo de seriedad a estos cuentos.

Ayer, además (de verdad que es difícil escribir con un fisgón a tu lado), estuve leyendo la "poética personal" de Andrés Neuman (aunque no la leí toda), un joven escritor argentino, en el que no se conformó con el clásico decálogo, sino que se impuso un dodecálogo. Es curioso. Hoy las poéticas se anteponen a la propia búsqueda interna de un escritor. Y entonces se habla de esencias, de lados oscuros, de situaciones límite. ¿Qué quieren decir? ¿Quién nos ha metido todo eso en la cabeza? ¿Por qué no fuimos a la guerra?

La influencia de Papá y de Carver (no me meto con los clásicos argentinos ni italianos ni los dos "R" de México) ha sido una influencia completamente mal entendida. Leemos a Papá como si solamente hubiera escrito "Los asesinos" y no caemos en la cuenta de que su sensibilidad estaba más allá de icebergs y peces espada jodiendo como perros y sufrió transformaciones. Lo mismo se puede decir de Carver, cuya obra no se estancó en su primer libro. Carver (lo mismo que Beattie, Ford y otros) nunca aceptó ser un escritor "minimalista". Carver evolucionó.

Por supuesto, también es curioso que yo me refiera a Papá y a los escritores de los ochenta en EU. Entre unos y otros hay una clara confluencia. Ford fue llamado el último heredero de Hemingway. Y en general se considera que la generación "minimalista" fue una resurrección realista dentro del panorama experimental.

Qué cansado escribir en un cibercafé.
Lo que quiero decir es (y trataré de ser más específico en otro post) es que la cuentística perdió algo muy valioso en el camino (Digan que soy anacrónico, cursi, naïve, no importa) y lo perdió en nombre de las poéticas. Perdió lo que Rulfo enseñó y nadie quiso tomar. Perdió el humanismo y hoy ya nadie es capaz de escribir sobre la sonrisa de una niña o sobre un lápiz cayendo contra los azulejos. Porque lo que debimos entender como la idea del iceberg de Papá o el famoso extrañamiento de Carver no era una cuestión de forma ni de pericia narrativa ni de omisión. Ambos son producto de una tensión creada a partir de las relaciones humanas de los personajes. Aquello que no no es dado conocer, aquello que otorga un lado oscuro a las cosas no puede ser alcanzado al seguir una poética. No se puede crear el extrañamiento de Carver porque sabemos ya lo que es el extrañamiento. Ni podemos festejar nuestros cuentitos oscuros en nombre del iceberg. Mi sensación es que el cuento mexicano (y el latinaomericano por extensión) perdió lo que hace entrañables a los cuentos. Hay excepciones, claro. No necesitan decírmelo.

Sinceramente espero aclarar mejor esto con el tiempo y escribirlo sin tanta tensión. Ahora acaba de llegar una parejita y la tipa no deja de leer lo que escribo. A ver si le pongo a dos negros jodiendo y mira para otro lado.
Un saludo sincero de su amigo el microbusero.

Aviso:
Dejo una nota sobre Mil mamuts, la nueva revista argentina de cuento, en The Art Of Fiction.
Un artículo interesante sobre Bellow. Editing Saul BellowThe novelist was a wizard with a dark side.

posted by Unknown @ 12:26 PM,

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