Traducciones

Patrimony, de Philip Roth


PATRIMONY A True Story. By Philip Roth. 238 pp. New York: Simon & Schuster.

Patrimony
es la clase de libro que escribirías si, por ejemplo, lo hicieras para hablar de la persona que más quieres en la vida con todas sus miserias y sus glorias. Repito, con todas sus miserias y todas sus glorias. Y por supuesto, es necesario ser Philip Roth para escribir Patrimony y en dado caso resulta una mala noticia para todos nosotros. Pero qué bueno que ha sido Philip Roth quien nos ha escrito esta maravillosa historia. Porque qué resulta al fin y al cabo Patrimony si no una bella historia de amor filial. Muchos quisieron ver en el subtítulo (A True Story), el talón de Aquiles del libro. De entrada los invitaba a sospechar y a poner en la balanza las medidas de lo real y lo ficcional, de lo verdadero y de lo falso. Una discusión de ese talante, sin embargo, de poco sirve para pensar en este libro porque ya desde los títulos de su trilogía biográfica (The Facts, Deception y Patrimony) parece haber un alejamiento de todo lo abstracto para reducirse a los hechos, a las cosas tal y como son. La historia que recorre Patrimony es la historia de Herman Roth y su lucha contra un tumor benigno que le oprime nervios faciales y parte del cerebro y que a la postre lo llevaría a la muerte. De hecho es la historia de millones de personas que se ven aquejadas por una u otra enfermedad terminal. Algunos de los últimos narradores han hecho de la enfermedad su bandera narrativa. Son jóvenes maduros, inteligentes, cuyos libros están plagados de enfermos mentales, de viejos abandonados en asilos, Alzheimer, síndrome de Estocolmo, Sida, cáncer, locura. No sabría decir si es porque les resulta una manera fácil de anclarse a un mundo que no logran comprender del todo, o si en realidad se debe a que en sus mundos proliferan estas condiciones. La obra mayor de Jonathan Franzen, The Corrections, trata en mayor o menor medida del resquebrajamiento moral y físico de Alfred Lambert, y del probable descubrimiento de un medicamento que alivie los problemas del Alzheimer. En Patrimony son inexistentes los acercamientos abstractos o pseduo filosóficos hacia la condición terminal de Herman Roth. "A True Story" funciona mejor como la salvedad que Philip Roth se otorgó a sí mismo para evitarse el chantaje crítico y maquiavélico de confrontar lo real con lo ficticio, lo verdadero con lo falso. Con un movimiento típicamente belloviano, Roth amplifica la dimensión de su padre para otorgarle más que estereotipos o características un conjunto de esencias que mejor reflejan su paso por el mundo. La amplificación de Bellow, en dicho sentido, está más que probada: casi todos sus libros son nombres y nombres de personajes que tuvieron su referente en personajes de la "vida real": Ravelstein, Herzog, Humboldt, Augie, Henderson, Mosby. Además, es el propio Philip Roth quien se encarga de advertirnos que aunque es una historia real, eso real ha pasado por su genio literario. En cierto momento del libro, cuando se dirige en auto hacia casa de su padre, Roth toma mal una desviación que lo lleva directamente al cementerio donde está enterrada su madre. Por momentos piensa que dicho evento, amén de ser un retraso para su cita, es algo conveniente narrativamente hablando. Y hacia el final de libro leemos la confesión que intuíamos, que mientras su padre enfrentaba los rigores de la vida cayéndosele a pedazos, su hijo escribía partes de un libro con él como personaje. Lo que nos encontramos es un libro increíblemente triste e increíblemente divertido. La dignidad de Herman Roth ante la debacle de su propio cuerpo es el tema de fondo. Y no lo es lo metaliterario.
Una suerte de materialismo inmediato recorre el libro: el cuerpo, la enfermedad, la excrecencias, la mierda; el hijo guardando en el bolsillo la dentadura postiza de su padre; el hijo limpiando el desastre de mierda que el padre, medio ciego, ha hecho en el baño con su consecuente vergüenza y caída moral. Esta capacidad fotográfica o capacidad literal parece provenir de Hemingway si no fuera porque Hemingway nunca gozó del humor del que sí gozaron los escritores siguientes. Más bien uno piensa en Mark Twain y en la capacidad de establecer correspondencias entre lo trágico y lo humorístico. Además, en Hemingway los propósitos servían para establecer jerarquias entre los hombres, entre los perdedores y los poderosos.
Al final lo que Roth nos deja es una lección de lealtad, lo que sus magníficos dones le permiten para amplificar y dar volumen a un hombre que amaba.

Por último, ya no hablo del Nóbel ni de esas cosas. El crescendo otoñal (como dice Fresán) de su producción creativa es prueba más que evidente de que tras la muerte de Saul Bellow Pipik es el mejor novelista estadounidense de hoy día. Amén.

posted by Unknown @ 1:59 PM, ,

La vida breve

Once de la mañana. Me acabo de servir café. La segunda taza. Desde la sala llegan volando a mí las charlas de mi hermanastro sobre futbol. Según él, los semifinalistas no han mantenido un nivel constante por lo que no cabe apostar por ninguna de las cuatro escuadras. No obstante, acaba de apostar una comida por su escuadra diciendo que tiene “todas” las posibilidades de ganar por tal y tal cuestión. Mi madre, que es todo un amor para ser tolerante, escucha mientras desayuna y da su opinión al respecto. Ella no tiene estadísticas pero tiene fé. Nada se puede decir contra ello así que el almuerzo continúa en su básica continuidad:
Ambiente: 20 grados, más o menos. Las ventanas muestran el polvo acumulado en la semana cuando el sol las toca de lado. Desde la sala puedes ver una línea de luz conteniendo miles y miles de partículas de polvo. Cuando pasas un dedo imaginas que una nave espacial recorre esa vía láctea de bajo perfil. El perro duerme bajo el haz.
Política. Ayer, mientras veías las noticias comprendiste que todo era una mierda. Así que hoy no tienes más sorpresas. Eres feliz, momentáneamente.
Libros: Cada vez que vas al baño te llevas contigo el libro de Saramago (que relees) llamado La caverna. Algo te dijo que debías leerlo así que un día lo viste, lo tomaste y comenzaste a leer. Hoy sabes que hay cosas que no se deberían perder. Y muchas de esas cosas están ahí: el amor, la dulzura, la ternura, la estolidez. También, junto a ti: Herzog y Michaels
Amigos: Por el momento estás solo en tu humilde habitáculo. Revisas tu correo electrónico en una media de cada tres horas durante todo el día creyendo que alguien está pensando en ti y te está escribiendo un largo y memorioso correo para decirte lo grande que eres. Pero no es así. La verdad es que la gente tiene cosas más importantes que hacer y tú deberías de dejar el correo y concentrarte en tus propias cosas.
Ecología: Te preocupa inusitadamente que cada día haya más especies en riesgo de extinción.En su momento también comentaste sobre el desprendimiento y el posible choque de los dos gigantescos icebergs del norte o del sur, ya no lo recuerdas. Te indignaste por la matanza de focas, por la de ballenas, por la vaquita marina, por los mataderos. Hoy no lo recuerdas mucho porque tu madre compró Cheerios de manzana y eres feliz mientras los comes.
Foreing Affaires: Algo dentro de ti está de acuerdo con que los pinches chinos manden al ejército para contener a esos independentistas de mierda. No lo comprendes. Mientras tanto mantienes una postura moderada en tus opiniones. Dices que bueno, qué se le va a hacer. Quizá se deba a que tú mismo eres un hombrecito bien adoctrinado y te intimida que las cosas vayan a acabar mal y por lo tanto tu pesimismo de mierda te traiciona cada tanto. Eres malo. Eres reaccionario. Pero mantienes tu postura antifrancesa en todo momento. Incluso dices que el tal Baudelaire apesta y con él el resto de poetas franceses comenzando por Mallarmé. ¿Por qué? Porque te da miedo que el lenguaje muera.
Blog: Al principio lo visitabas cada media hora pensando que alguien te iba a dejar miles de comentarios por tus atinadas reflexiones sobre la vida del hombre moderno. Hoy no das un duro por nada y piensas que todo lo que lees en ellos (honorables excepciones) son porquerías que sólo te quitan el tiempo. Piensas pulir esta última frase para evitar conatos pero por qué. Lo dejas así. Acudes a tu bastión: Todo es una mierda.
Mierda: Te dices que pasas por un buen momento. Tus intestinos funcionan de maravilla.
Ambiente actual. Hemos ascendido a 21 0 22 grados. Lo sientes en el aire, en tu manera de respirar el polvo del mediodía. Un gallo canta. La televisión sigue sonando en la sala pero no hay nadie que la vea. Estás en casa y sabes que debes escribir. Siempre lo has sabido. Así que una segunda taza de café no te caería mal. Rezas por las vaquitas y por las focas. Eres buena persona, no le haces daño a nadie. Has roto corazones, cierto, pero lo has hecho de una amanera aburrida, los dejaste desmigajarse poco a poco, como un reloj de arena. Y nadie, excepto tú mismo, puede culparte de nada. Eres un buen chico. Así que tranquilo-

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posted by Unknown @ 9:26 AM, ,

How to be a jewish fella..(Reseña Mix)



En una parte de los Diarios, Kafka dice: “Un escritor que no escribe es una monstruosidad”. Bueno, suena un poco exagerado, pero los escritores casi siempre se han arrogado esta proporción cósmica para medir las cosas y los días, y entre líneas uno bien puede distinguir la sencillez de la cuestión. Un hombre que finge ser lo que no es, sí es, simplemente, monstruoso. ¿Pero qué pasa cuándo tú eres tú y la gente cree que eres otro? O, para decirlo de una manera menos estúpida, ¿Qué sucede cuando las circunstancias te obligan a reafirmar tus coherencias y a demostrar de una vez y por todas que eres un jodido ser humano?

En todos sus años, Saúl Bellow amplió esta proporción cósmica típicamente judía. Antes, incluso en muchos cuentos de Bernard Malamud, esta desproporción entre la vida y el rito se densificaba plenamente entre los autores plenamente judíos. Ser judío y vivir las tribulaciones de serlo es un motivo que refrescó a los autores. Hoy día, ser un autor judío y reservarse el derecho a ser llamado sucesor de Bellow, Malamud o Singer, es una cuestión típica y de motivos.
Nathan Englander escribió su primer libro a los veintiocho años. Y en su momento fue comparado con todos los de arriba, pues sus relatos mostraban al rojo vivo las tribulaciones del hombre y la mujer judíos. Cierto. De hecho, sorprende que la tradición norteamericana siga dando escritores tan buenos y tan jóvenes. Englander, como muchos otros, parecen haber nacido con el código estructural de una historia. Lo saben hacer. Lo malo es que mucha de la literatura que pretende crear un mundo judío es literatura de prestado. Por lo menos esa fue mi impresión al leer Para el alivio de insoportables impulsos (Lumen). Muchos de los cuentos son copias muy bien hechas de los cuentos de Malamud. No más. Quizá lo más significativo es el último relato que, muy aparte de la corriente tragico-cómico-realista de los primeros, se sumerge en las heladas aguas del posmodernismo y nos trae una historia de terrorismo actual en Israel, donde el joven americano Nathan vive con su novia. A lo mejor este es el estilo propio de Englander. Mal para él porque ya no conserva la vivacidad ni la irrisoria realidad de los cuentos anclados en la tradición Singer-Malamud-Allen. Y cuando es comparado con ellos -¡y con Bellow!- sólo es para mantener con vida esta tradición cómica aunque no haga falta de ningún modo. Aún así es un excelente primer libro de cuentos.
Cuatro años después que Englander, el nuevo profeta del cuento judío llegó por medio de un muchacho emigrado de Latvia y posteriormente radicado en Canadá. A sus 29 años escribió Natasha and other Stories que causó un éxito inmediato y las mismas adjetivaciones que al anterior. La diferencia entre uno y otro es que David Bezmozis parece tener una autoridad y una sencillez más humana que Englander y no aprovecharse de los recursos fáciles de la desproporción judía. Se le comparó con Roth y alguien más pero el Roth que escribió Good Bye. Columbus, y posteriormente Portnoy´s Complaint y When She Was Good, poseía una expansividad que resulta difícil de emular o seguir. Lo más interesante de Bezmozgis es su filiación con un autor que ha influido en mucha de la ficción corta contemporánea y que en México y Latinoamérica es prácticamente inexistente: Leonard Michaels. Su libro The Girl With The Monkey, que representa la suma de su visión literaria, se escapó desde los setenta de las restricciones de escribir literatura judía y escribió cuentos fársicos y realistas, experimentales y trágicos. Su cuento más famoso, Viva la Tropicana, muestra la cercanía que tuvo con el modo de vida latino. No sólo ese cuento sino muchos otros. Su realismo va a caballo entre los realistas y los posmodernistas. Como casi todos, últimamente. Pero no hablaba de Michaels (muerto en el 91, creo), sino de David Bezmozgis. Excepto tres, leí todos los cuentos del libro gracias a la Internet. Y de primeras a primeras me sorprendió que poseyera una maestría arquitectónica tan grata y legible. Su lenguaje seco, despojado de adornos, es además el perfecto vehículo para narrar las historia del joven Mark Berman, un inmigrante ruso que llega a Toronto, cuya familia debe enfrentar las nuevas condiciones de lenguaje y costumbres. Se escribieron muchas reseñas en su momento. El mismo Rodriguito Fresán escribió la suya, así que dejaré de esforzarme en escribir algo inteligente. Lo que me queda muy claro es que estos primeros libros de autores que quizá no brillen más allá de su primer big bang, son muestras claras de una narrativa corta que muchos ven en franca decadencia. No lo creo así. Los escritores de cuentos en Latinoamérica (y me incluyo entre ellos) deberíamos comenzar por ver que la vida (y el cuento de esta vida) no es sólo asunto de tertulias baratas y motivos prestados. Ayer hablaba con un amigo sobre una frase de Bellow (seguimos de luto, disculpen) en la que ponía de patente que los hombres de otras profesiones han comenzado a ver con condescendencia a los escritores. Y es así porque las miras y los motivos de los escritores de ficción parecen restringirse o salir de la manga. El cuento realista y doméstico es desprestigiado ipsofacto en aras de ideas arraigadas desde hace varias décadas. Dicen que el lector debe involucrarse, que la lectura pasiva no se lleva con la literatura. Y dicen bien. Pero para llegar a ello han creído necesario crear aparatos narrativos que pretenden ser inteligentes y posmodernos, y escriben sobre la escritura y sobre la literatura misma, y sobre el lector. Pero yo sé de buena fuente (porque soy lector y me fascina leer historias) que muchos lectores no quieren que se les hable mucho de ellos mismos. Quieren (como yo quiero) conocer cómo son los mundos de los otros. Quieren ver narrado un juego de beisbol con los ojos particulares de un hombre. Pero esto lo descartan ipsofacto. El cuento realista es descartado. Y cuando no lo es, se confunde al cuento realista con ambientes extremos o lenguaje idiota o provinciano. La misma crítica sufre la misma parálisis. Se critica un cuento con las mismas frases de hace décadas. Y eso hace imposible la sinceridad.

El primer párrafo de esta reseña mix lo escribí porque en un principio quería hablar de la novela de Arthur Miller, Focus, cuya versión cinematográfica acabo de ver hace unos días por cortesía de Daniel. Focus es la historia de un americano cristiano y trabajador que después de comprarse unas gafas para resolver su problema de visión comienza a ser tomado por judío. En los años de posguerra corrió por todos los EU un sentimiento antisemita que Miller transmitió de manera viva y que en su momento provocó escándalo pues dejaba a al vista un problema que nadie quería ver.Esta confusión, en dichos momentos, lleva Robert a confrontar las injusticias que viven los judíos en ciertas comunidades blancas, por no decir que en la mayoría. En determinado momento su esposa dice: “Pero somos lo que parecemos, ¿no?. Mister Lorring sólo sabe lo que ve.” Arthur Miller dice que Roberto era una persona que tuvo, un día, que demostrar que era, ante todo, un ser humano. Y para demostrarlo tuvo que confrontarse a si mismo y mirar que lo que daba por un hecho no lo era. Al final debe ser coherente y demostrarle a los otros que un hombre, si quiere ser hombre, no debe fingir que lo es. No es una historia épica, no es una historia monumental ni juega con los tópicos judíos. Reflejo casi literal de la novela el filme trasmite en cierto grado lo absurdo de esta batalla por demostrar que se es alguien diferente de lo que la gente cree, pero en el buen sentido de la palabra. Una historia sencilla pero tensa y en el fondo compleja que narra la vida de un hombre: Un hombre. Nadie debe hacer uso de pistolas ni de efectos extraordinarios. Al final una pelea con bates de beisbol. Robert demostrándose a sí que vale la pena pelear por estas pequeñeces. Cambio y fuera.

posted by Unknown @ 1:25 AM, ,

Miércoles de post



Tras dos semanas de inactividad hoy por la tarde fui a mi clase de baile. El pequeño bar se encuentra en el segundo piso de un hotel de la colonia Juárez. Es uno de esos lugares a los que no entrarías a menos que alguien te llevara de la mano, casi como a un niño que sale a bailar su primera pieza. En las paredes cuelgan pinturas de cantantes famosos y bailarines que no resultan incómodos cuando prestas un poco de atención a la barra del fondo: sentados en sillas de madera hueca dos maniquíes brindan con mirada ansiosa. Ella es una rubia cuyo flamante vestido rojo ha perdido la vida y el fuego por tantos años de representar la misma historia. Él, un tipo de frac y bigotillo que alza a la altura del hombro su copa y mira impávidamente a su compañera. Luego están las botellas debidamente formadas y la caja registradora con su pantallita electrónica. Los meseros se juntan en una esquina y cuchichean. Y mientras tanto, ajeno a casi todo eso, estoy yo, pasito para aquí, pasito para allá. Te detienes un momento y alzas los hombros, la quijada, enderezas la espalda, y te miras en uno de los muchos espejos del lugar. Luego todo cae por efecto natural. Y otra vez pasito para aquí, pasito para allá.
Es lo que hago todos los martes y no me avergüenza decirlo. Después vuelvo a casa con la noche entera sobre mí y pienso en lo benéfico y en lo ajeno que puede resultarme todo esto. Aunque no lo es, de ninguna manera.
◘◘
Desde que abandoné la universidad, hace casi dos años, lo que me preocupaba realmente era que mi caudal de ismos ya no sería lo suficientemente caudaloso como para permitirme ir por estas calles opinando de la vida y de lo que fuera. Por supuesto entonces intentaba opinar de la vida y de lo que fuera con una mano en el bolsillo. Lo bueno, porque al fin y al cabo hay que encontrarle lo bueno a todo esto, fue que esa incapacidad mía me ha librado de escribir sobre la escritura misma. O sobre el fatuo proceso de escribir. ¡Y ahora mismo no lo estoy haciendo! Sólo me pongo a pensar en el tiempo que he perdido intentando aparentar que al fin y al cabo soy un tipo inteligente y las chicas me van a perseguir por eso. Todo lo contrario. Lo que no significa que vaya a hablar de mis malos hábitos. Nop. A estas alturas la verdad es que sólo deseo pasármela bien. Y cierto, algunas veces me angustia desconocer ciertos ismos (en realidad casi todos, menos pendejismo), y pueden verme en una fiesta o en una reunión comiéndome las uñas mientras mi mente trabaja como una G4 procesando una buena y jodida frase con un ismo incluido. Mal asunto. Para eso soy bastante lerdo. Quizá por tal motivo es que cada martes tomo clases de baile. ¿Quién podría decir lo contrario? A lo mejor sólo intento cubrir mis deficiencias con el superávit que te proporcionan unos cuantos buenos pasos. Pero tampoco son tan buenos como parecen. Nop. Mi mala postura. Mi propensión a los malos chistes. Mi pie plano.


AVISO: THE ART OF FICTION
A lo mejor nadie lo pide ni lo necesita pero próximamente (o como diría Daniel: Coming Soon), esta bitácora se expande a mejores y más amplios horizontes con reseñas semanales de cine y video. Mientras tanto un vistazo a nuestra nueva bitácora:



posted by Unknown @ 11:56 PM, ,

The Authors

John Travolta

John lives in Toronto and is a freelance illustrator and a designer/animator for CHUM Television. He writes about , design, and visual culture under the pseudonym Robot Johnny

Claire Robbinson

Claire Robertson is an illustrator and toy from Melbourne, Australia. While her illustration clients have included The New York Public Library, Scholastic and Cambridge University Press, it’s her blog Loobylu.com that brings her the most joy and which has attracted the most attention with rave reviews in the Wall Street Journal, WIRED Magazine and The Guardian.

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